Barely legal… el concierto de The Strokes en el DF
- ¡No mames, pinche abrepuertas!
De una vez le anticipo, señor lector: no me resulta fácil reseñar (es un decir) a los Strokes. Desde que a alguien se le ocurrió etiquetarlos algo así como “el grupo salvador de rock”, el 96% de lo que se escribe de ellos pretende demostrar la certeza irrefutable o la aberrante falsedad del enunciado y, pues bueno, las reseñas de sus conciertos caen, irremediablemente, en la repetición de este cliché (o lugar común, como usted prefiera).
En fin, ¿qué le cuento?; Palacio de los Deportes, sábado (tarde noche), es septiembre y no llueve, todo comienza bien. Para variar, llego con 2 horas de anticipación porque mi boleto es de pista, y alcanzo lugar en la hipotética fila 10 ó 12. Primer dato: puro adolescente no mayor a los 22 años (¡yo tengo 27!).
Parece que los de OCESA han encontrado la piedra filosofal en materia de control de masas, ya que en la larga espera para ver al grupo principal, toman video de la gente que asiste al concierto y lo exhiben en las pantallas, con lo cual todos están divertidos.
Evidentemente, esos genios del monopolio del entretenimiento han sabido aprovechar la mexicana tradición de hacer pendejadas mientras uno aparece en la televisión o en sus sucedáneos, misma que divierte al público que las está viendo, en magnitud directamente proporcional al grado de pendejez de las escenas. Para ser sincero, sucumbí ante lo siguiente: una regordeta señorita finta encuerarse y un chavito de 10 años presencia divertido la escena. Mientras tanto, el papá del chavito alienta activamente el despojo de la ropa y está a punto de sacar el billete para ponerlo en la tanga de la entusiasta, aunque se abstiene de hacerlo, no por un repentino ataque de pudor, sino porque, a juzgar por su actitud, sólo le quedan billetes de a 20.
A las 20:15 horas, aparece el grupo abridor, los Dandy Warhols. A diferencia de otros grupos que aparecen como teloneros, mismos que la tacañería de los promotores nos obliga a presenciar, creo que éstos estuvieron bien. Además, en la pura tradición personal del gusto culposo por TODAS las cantantes de boda, la tecladista me gustó (al menos, tenía un magnífico lejos).
Bueno, a las 21:40, por fin, aparecen The Strokes. Debo admitir que el inicio del concierto es simplemente sensacional: fuerza, actitud, potencia, 1,2,3 riffs poderosos. Claro, esa máquina de crear y ejecutar rock con melodías cronométricamente perfectas, todavía está ahí, tal como hace 2 años. Todo iba perfecto…
De repente, empezó a desinflarse. Sí, lo sé, Julian Casablancas mostró estar conmovido, pero, vamos, tan conmovido como puede estarlo un pescado a la talla; sí, también el conjunto estaba perfectamente sincronizado, pero la voz y la segunda guitarra se escuchaban saturadas; sí, inclusive el vocalista es muy carismático, pero todavía le faltan años luz para ser un verdadero front man. No sé bien qué fue lo que pasó, de hecho, fue un buen concierto, nada más y nada menos (me emociono con The Modern Age y con Reptilia), pero creo que el tren de los Strokes pasó por mi cara demasiado tarde.
Ahora que lo pienso, debí advertirle desde un principio, señor lector, que todavía no me acostumbro a que me digan señor, pero me caga flagrantemente que me digan chavo.